
A pesar de tantas perspectivas muy
buenas, las cosas no sucedieron de todo sencillas.
Primero, en el camino para el aeropuerto, yo enfrenté un embotellamiento terrible que me retrasó en una hora y media. Yo debería llegar a las dos y cuarto para hacer el check in con una hora de antecedencia, pero llegué allá a las cuatro menos cuarto, o sea, ¡quince minutos después del embarque! Tuve que remarcar el billete para tres horas después y pagar una diferencia de casi dos cientos reales.
El viaje ya empezó mal, porque yo me
quedé mareado y con jaqueca. En la hora de la merienda, la azafata me ofreció
un bocadillo de queso con jamón que estaba con un mal olor y sabor. Solamente
bebí el zumo de naranja.
Cuando desembarqué en el Aeropuerto
Galeão, fui a esperar mi equipaje y no la encontré, porque ella no estaba en el
avión. Tuve que ir a el sector de reclamaciones para registrar la ocurrencia,
es decir, llegué bastante aburrido y sin mis cosas, mis ropas y otros objetos. Tuve que comprar todo en el centro comercial,
desde calzoncillos hasta zapatos, camisas, pantalones y perfume.

A pesar de todo, el concierto fue
muy bueno y me hizo olvidar parte de los problemas ocurridos.
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